Docencia e investigación

Christian Duverger siempre ha sabido entrelazar sus actividades de enseñanza con las de investigación.
En Francia, ha impartido su enseñanza en la EHESS, en el Musée de l’Homme, en la Université Lyon II, en las Universités Bordeaux I y Bordeaux III, en la Université Paris-Sorbonne (Paris IV). Ha sido miembro de los equipos doctorales “Histoire et civilisations” y “Anthropologie sociale” de la EHESS e “Histoire de l’art et archéologie” de Paris-Sorbonne. Ha dirigido más de cincuenta tesis de doctorado.
En México, por medio de acuerdos bilaterales impulsados por él mismo, ha colaborado con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH, México), con la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH, México) y con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ocasionalmente, impartió cátedra en la Universidad de Guadalajara (UDG) y en la Universidad de Nayarit en Tepic. También ha sido profesor invitado de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP, Lima). Por invitación de instituciones académicas y culturales, ha dado unas 200 conferencias en Europa y América Latina.
Siempre ha sabido aunar la práctica de campo con el trabajo de escritorio. Aprendió náhuatl con locutores indígenas del Estado de Guerrero, en México. Ha trabajado en los principales fondos de archivos vinculados con la historia mexicana: la Bibliothèque nationale de France en París, la Österreichische Nationalbibliothek en Viena, la Biblioteca Nacional de España en Madrid, el Archivo General de Indias en Sevilla, el Archivo General de la Nación en la Ciudad de México y el Archivo Secreto de El Vaticano.
Conjugando su formación de filósofo, de arqueólogo y de historiador, se empeñó en estudiar a la vez la Mesoamérica prehispánica y el periodo de contacto en el México del siglo XVI. Sus principales logros resultan del estudio de la escritura prehispánica, la dinámica cultural de la historia mesoamericana, la conquista, el mestizaje inducido por Cortés en el siglo XVI y la figura de Cortés como escritor.

Áreas de investigación

La dinámica cultural de la historia mesoamericana

Mesoamérica es un área cultural pluriétnica que se constituyó hacia el año 1,200 a.C. Abarca todo México al sur del paralelo 21 y América Central hasta Costa Rica. El mundo mesoamericano es producto de un mestizaje original entre poblaciones sedentarias dedicadas a la agricultura y pequeños grupos de migrantes nómadas pertenecientes a la tradición nórdica de cazadores-recolectores. Éstos tienen probablemente en común el uso de un idioma, el náhuatl, mientras que los autóctonos en su mayoría están ligados a dos grandes grupos principales, los otomíes, los mixtecos y zapotecos del altiplano central de México y los mayas de Yucatán, de Chiapas y de Guatemala.

A partir de una reflexión crítica sobre el contexto de elaboración de  los estudios americanistas en el último tercio del siglo XIX, Christian Duverger ha revisado los elementos fundamentales de nuestro conocimiento de Mesoamérica. La noción de continuidad cultural se impuso ahí donde hasta entonces solo se veía una inexplicable sucesión de nacimientos y de desapariciones de civilizaciones; la entidad mesoamericana tomó forma cuando hasta entonces solo se describía un mosaico de micro territorios encerrados en su aislamiento tribal;  la iconografía dejó de ser una marca estilística  para convertirse en escritura; el mestizaje entre nómadas y sedentarios aparece ahora como una antigua práctica, fundadora de la dinámica prehispánica.

Desde el siglo XIX prevalecía una cronología evolucionista inspirada del mundo greco-latino (preclásico-clásico-postclásico) que suponía describir un proceso sucesivo de complejidad social asociado a tres estados de desarrollo: los primigenios pueblos y la vida rural, la época de las ciudades y de la dominación de los sacerdotes, y por fin la militarización de la sociedad y la constitución del “imperio” azteca. El avance de nuestros conocimientos volvió caduco dicho acercamiento y Christian Duverger emprendió el rediseño de la cronología mesoamericana a partir de dos grandes dinámicas culturales observables: por una parte, la competencia entres los altiplanos y las tierras bajas y, por la otra, los movimientos cíclicos de concentración y de fragmentación del poder en el seno del conjunto mesoamericano.

La historia de Mesoamérica se encuentra entonces dividida en cinco períodos:

Época 1: de -1,200 a -500; el horizonte llamado “olmeca”. Supremacía de las tierras bajas y Mesoamérica unificada.

Época 2: de -500 a +200; periodo del florecimiento regional. Supremacía de las tierras bajas y fragmentación del poder.

Época 3: de 200 a 800/900; Mesoamérica bipolar: Teotihuacan agrupa el poder de las tierras altas mientras que los mayas representan el antiguo poder de las tierras bajas.

Época 4: de 800/900 a 1,300; el horizonte llamado “tolteca”. El poder pasa por el altiplano central. Reunificación de Mesoamérica.

Época 5: de 1,300 a la conquista; el horizonte llamado “mexica”. Mesoamérica vuelve a ser bipolar: autonomía de los mayas y de los nahuas de América Central, mientras que México, heredera de Teotihuacan y de Tula, controla el resto del territorio.

La escritura prehispánica

Los trabajos de Christian Duverger evidenciaron la naturaleza de la escritura indígena y su importancia en la constitución del área cultural mesoamericana. Ésta adquiere su forma definitiva hacia el año 1,200 antes de nuestra era. Trátase de una escritura ideográfica susceptible de ser leída en cualquier idioma hablado en Mesoamérica; puede pasar de un registro abstracto, caracterizado por el empleo de glifos convencionalmente codificados, al registro figurativo; en la mayoría de los casos, la escritura mesoamericana combina ambas convenciones. Pero la escritura icónica -o pictográfica- siempre se halla disociada de cualquier representación naturalista: así como en el sistema glífico, todo en ella se halla codificado; la forma, el color, la colocación en el espacio son elementos semánticos. Los conceptos pueden ser antropomorfizados o zoomorfizados: por ejemplo, se puede indiferentemente representar al fuego por un glifo abstracto (el quincunce), por un brasero de aspecto pseudo naturalista (llamas, humo), por un animal (como el águila para el fuego cósmico) o por un personaje humano. En este último caso, el género (hombre o mujer), la posición (sentada, de pie, de frente, de perfil…), la vestimenta y los ornamentos, los objetos asociados permiten aportar infinitos matices y describir con todo detalle la naturaleza del fuego que se representa.

Dicho sistema de altísima complejidad permitía representarlo todo. Se escribía sobre todos los soportes disponibles (exterior de los edificios, muros interiores, monumentos, madera, piedra, hueso). Los libros generalmente eran de piel de cérvido estucada; se podía eventualmente utilizar papel de corteza. La mayoría de las veces, los escribanos pintaban, pero también sabían esculpir, cincelar, grabar. La escritura mesoamericana se extendía también en el espacio: así, la arquitectura y el urbanismo pueden leerse como una escritura 3D. La forma externa e interna de los edificios, su posicionamiento los unos con respecto a los otros obedecen a los códigos de la escritura y son significativos en sí.

El contacto: conquista y mestizaje

Otra temática importante de la obra de Christian Duverger gira alrededor del mestizaje nacido en el momento del contacto y que se convertirá en un rasgo característico de la cultura mexicana a través de los siglos. Al retomar las fuentes disponibles, generalmente poco estudiadas, aparece que el mestizaje que tuvo lugar en el siglo XVI en Nueva España no fue un producto mecánico y fortuito del violento encuentro entre dos mundos mas la consecuencia de una política institucional implantada por Hernán Cortés. Fundado en la mezcla de las sangres, el mestizaje fue sobre todo cultural y religioso. Para dar un ejemplo, el conquistador eligió para sí un blasón -que le fue ratificado por el rey de España- con elementos heráldicos inspirados en la iconografía indígena que podían ser leídos en las dos convenciones. De igual forma, Cortés tuvo con mujeres indias varios hijos que hizo legitimar por el papa. Y, para evangelizar Nueva España, tomó la iniciativa de llamar a un grupo de franciscanos extremeños vinculados con su familia  y les dio por misión adaptar el culto cristiano a las tradiciones autóctonas. Ese mestizaje dio nacimiento a formas culturales específicas y un arte religioso original en todo punto, caracterizado por su doble pertenencia al cristianismo y a las antiguas religiones prehispánicas.

Cortés escritor

Las investigaciones de Christian Duverger le hicieron justicia a la dimensión literaria del conquistador de Nueva España, una faceta olvidada del personaje. Cortés, en efecto, dejó escritos en los que narra su conquista. Ese conjunto de textos es conocido bajo el nombre de Cartas de relación. La segunda Carta de relación fue escrita en caliente, en octubre de 1520, en el fragor de la batalla, cuando los españoles todavía no se habían adueñado del territorio. Fue publicada por primera vez en Sevilla en 1522. Será traducida de inmediato a varios idiomas y se convertirá en un inmenso éxito de la naciente imprenta. En cinco años, Cortés, autor de tres otras Cartas de relación, se volverá un escritor consagrado, reconocido y respetado en todo el mundo europeo cultivado. Receloso de esa notoriedad literaria del conquistador, el emperador Carlos Quinto decidió en 1527 prohibir la publicación y la posesión de los libros de Cortés bajo amenaza de multas colosales. Al final de su vida, para evitar la prohibición, Cortés decidió escribir sus memorias de manera anónima. Para ello inventó un narrador ficticio, un pseudo soldado raso, de hablar truculento y en ocasiones iracundo. Ese texto, conocido como Historia verdadera de la conquista de Nueva España, conocerá fama mundial, pero fue publicado 85 años después de la muerte del conquistador bajo el nombre de Bernal Díaz del Castillo. Las investigaciones de Christian Duverger permitieron trazar las condiciones de realización de la obra y atribuírsela de nuevo a Hernán Cortés, convirtiéndose así en uno de los inventores de la novela moderna.